En  la  última  reunión  de  invierno  de la  SEDO  se  trató  el  tema  de  “Extracciones versus no extracciones”. Hay maloclusiones donde está claro que hacen falta las extracciones y otras en las que no tiene sentido hacerlas; pero hay muchos  casos  donde  surge  la  duda  de cómo enfocar el plan de tratamiento. La estabilidad, la salud periodontal, la ATM, la oclusión funcional y la estética dentaria  y  facial  son  los  factores  principales que  debemos  tener  en  cuenta  para  tomar la decisión. 

De la estética vamos a tratar en este editorial  y,  en  concreto,  de  la  estética facial  que  es  uno  de  los  aspectos  más importantes para poder considerar bella a una persona. 

Estamos acostumbrados a nuestras medidas cefalométricas y faciales y a los modernos parámetros que otorgan perfección  a  la  sonrisa,  pero  creo  que  debemos  abrirnos  a  consideraciones  más amplias sobre la belleza. 

Ha pasado por mis manos el libro de Ulrich  Renz,  “La  ciencia  de  la  belleza”, el cual me servirá (a veces, literalmente) para sacar algunas conclusiones. 

Nos dice Renz que la belleza es gratis, no tiene mérito. Lo cierto es que con ortodoncia y cirugía podemos conseguir bastante  belleza,  lo  que  me  hace  estar, al  menos  en  parte,  en  desacuerdo  con él.  Pero  se  entiende  lo  que  quiere  decir:  el  que  nace  bello  no  hizo  nada  por lograrlo. “Y la belleza es un insulto a la igualdad de oportunidades y a la razón. Fascinados por la belleza, echamos por la  borda  nuestra  razón;  la  belleza  nos engaña  y  nos  dejamos  engañar.  El  juicio  que  formamos  sobre  el  prójimo  no está  basado  en  su  bondad,  su  fortaleza de carácter, su lealtad o su originalidad, sino que nos fijamos en el envoltorio, en la  apariencia,  la  razón  de  cuyo  encanto ni siquiera sabemos y que, no obstante, Dr. Armando Menéndez Gonzáles del Reynos atrae con la violencia de una fuerza de  la  naturaleza”.  Y  sigue  comentando Renz:  “La  belleza,  además,  no  es  relativa.  En  todas  las  clases  sociales,  en todas  las  culturas  y  en  todos  los  conti-nentes, con independencia de la edad, la profesión y el sexo, se consideran atractivos  los  mismos  rostros”.  Además  del aspecto exterior cuentan “el olor, la voz, los gestos, la inteligencia,... Hay bellezas que se evaporan cuando el bello o la bella abren la boca”. 

Judith Langlois, experimentando so-bre la belleza en niños pequeños, ha observado que las caras que los niños miraron  con  mayor  atención  eran  las  que los adultos habían considerado como las más  atractivas.  El  bebé  tiene  un  sentido  de  la  belleza  muy  parecido  al  de  los adultos y no depende ni de los medios de comunicación ni de cualquier otra clase de influencias culturales. 

La moda, opina Renz, es muy impor-tante. Lo principal no es el cuerpo, sino su  transformación:  la  ropa,  el  peinado, las  joyas,  los  tatuajes,  el  maquillaje,  el piercing,  etc.  Pero, como  es  lógico,  la moda  no  siempre  es  la  misma,  cambia continuamente.  

La  piel  (su  tersura)  es  muy  importante para la belleza, y la simetría también,  aunque  cierto  grado  de  asimetría es lo que da vida al rostro humano.  

Cunningham  y    Perret  coincidieron en  señalar  que  los  rostros  más  bellos tenían los ojos y las pupilas grandes, las cejas  elevadas,  los  pómulos  marcados, la  nariz  pequeña  y  una  separación  menor  entre  la  nariz  y  la  boca,  y  entre  la boca  y  la  barbilla.  En  el  rostro  de  una mujer  bella  encontramos  rasgos  claramente infantiles.

Una  persona  sonriente  resulta  atractiva.  Las mujeres  ríen  más  que  los  hombres.  La  testosterona  y  la  sonrisa  no  se  llevan  bien.  Para  dar  la bienvenida, la mirada precede a la sonrisa y solemos levantar las cejas y agrandar los ojos. Por eso cuando  hablamos  de  belleza,  más  que  piropear los ojos y los dientes, hay que alabar la mirada y la sonrisa.  

La  cara  es  la  superficie  más  complicada  del cuerpo.  El  rostro  emite  y  recibe.  Cuarenta  y  tres músculos de la mímica permiten que la cara hable un idioma universal. El hombre tiene a su disposición más de diez mil expresiones del rostro. Cuan-do nos cruzamos con un rostro, nuestro cerebro lo procesa  en  este  orden:  OJOS-BOCA-NARIZ.  Tardamos ciento cincuenta milésimas de segundo en saber si una cara desconocida es bonita. La belleza se manifiesta en nuestro cerebro de dos formas diferentes: como una belleza objetiva y desinteresada  que  simplemente  nos  gusta  (Kant  dice  que el sentimiento estético es un placer desinteresado que  nada  tiene  que  ver  con  el  deseo),  y,  por  otra parte, como una belleza apetitosa, atractiva y seductora  que  nos  ofrece  su  recompensa  (Platón identifica belleza y deseo erótico).

Para  los  hombres,  una  de  las  cosas  que  hace más atractiva a la mujer, además de su belleza, es su  feminidad.  ¿Y  qué  quieren  las  mujeres  de  los hombres? Dice M. Cunningham que lo que desean es:  “un  carácter  masculino  maduro  y  dominante (pómulos  salientes  y  mentón  anguloso),  que  a  la vez sea cálido y transmita confianza (rasgos suaves e infantiles) y amable y cordial (sonrisa amplia y ojos bien abiertos). El hombre debe ser protector y paternal pero debe también satisfacer el instinto protector y maternal de la mujer; por eso un toque infantil  le  sienta  bien.  Todo  ello  no  es  suficiente. Para que un hombre sea realmente atractivo debemos  añadirle  algo  importante:  status.  O  sea, que  las  mujeres  lo  quieren  todo  y,  a  ser  posible, todo a la vez. No he puesto nada mío; he transcrito lo que he leído en el libro. Habrá que tomarlo con humor y que a nadie le parezca mal. Suena a machista y al tópico de siempre, pero, ¡qué le vamos a hacer, si en los estudios se obtienen esos resultados! Tontos que somos los hombres por no pedir lo mismo y conformarnos con menos.

No existe un prototipo único de belleza con el que podamos medir el grado de belleza de los demás. Ninguno de los ingredientes mencionados es obligatorio,  ni  suficiente,  tampoco.  La  naturaleza se  sirve  de  ellos  para  diseñar  de  manera  diferente cada belleza. La belleza es algo más que la suma de las partes. No percibimos las partes que componen un rostro, sino la forma del mismo, el todo. La belleza se puede estudiar y describir con palabras,  pero  su  esencia  se  escapa;  además,  la belleza sólo es maravillosa cuando tiene misterio y seduce.

Vuelvo  a  reiterar  que  casi  todo  lo  escrito  está sacado  del  libro  mencionado.  No  tengo  mérito ninguno, pero lo he hecho porque creo que es fundamental  reflexionar  sobre  la  belleza.  Es  una  de las  razones,  quizá  la  más  importante,  por  la  que acuden  los  pacientes  a  nuestras  consultas;  buscan  estética,  y  debemos  comprenderlo,  dada  la importancia  que  tiene  y  lo  que  se  consigue  gracias a ella. Por otro lado, si algún paciente no está motivado podremos comentarle lo que significa y logra  la  belleza  en  el  mundo  actual.  Los  guapos, generalmente,  son  más  abiertos,  joviales,  sociables y seguros de sí mismos. Las personas bellas tienen  una  conducta  social  más  correcta  que  las menos bellas. Los niños más bellos gozan de una salud  psíquica  mejor  y,  probablemente,  también de mejor salud física que el resto de la población menos atractiva.

La  obsesión  por  la  belleza  continuará  con  el paso del tiempo. No es nada raro, pues el ser humano  siempre  ha  dedicado  mucho  tiempo  y  recursos  para  mantener  y  aumentar  su  belleza. La obsesión  por  la  juventud  seguirá  aumentando  en una sociedad que envejece. El progreso tecnológico hace que el ideal de la belleza sea realizable. Y lo que es realizable, se acaba por hacer. Esto acabará ocasionando mayor separación entre ricos y pobres. Ya ahora, y más en el futuro, la condición social de una persona la detectaremos por el estado de sus dientes y las arrugas de su piel. La presión  para  ser  bellos  aumentará.  Eso  no  significa que  todos  sigan  sus  consignas,  pues  toda  evolución provoca reacciones en contra. Siempre habrá personas que no seguirán la coacción de la moda, que no harán todo lo realizable y, sin embargo, se sentirán contentos con su belleza. Nuestra obsesión por la belleza no es un problema porque sin-tamos adoración por ella. El problema está en que tratamos de olvidar que la belleza es perecedera, y por eso la belleza se ha vuelto una obsesión. Dice el  filósofo  W.  Schmid  que  echamos  a  perder  un placer si deseamos disfrutarlo eternamente. 

Después de tanto hablar de cosas sobre lo bello (siempre con ánimo de crear inquietud, provocar y hacer pensar) si me preguntan qué belleza prefiero yo, contestaré diciendo que me encantaría una persona con un montón de valores internos, pero con  una  hermosa  envoltura  externa. Y,  ¿por  qué no?

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